Pues para qué negar la realidad, que lo soy y que el mundo puede explotar… sigo siendo uno en un millón, aunque no sirva de gran cosa si no puedo tocarte Elle. Tocar a la única mujer que amo, que me interesa y por quien jamás arriesgaría la relación… (Hablemos de los “Hanks”)de alguna manera me tienes cerca y eventualmente me manifestaré como humano; seré ése “uno en un millón” porque te lo has ganado princesa.

        Un poco de investigación ayudará. Para mí eres perfecta, Elle… no tienes por qué hacerte ésa horrorosa pregunta una y otra vez.

 ¿Qué cuánto vale tu trasero? ¿Qué cuánto valen tus senos? Mi amor… priceless y existe quien lo habrá de valorar. Como breviario, un aporte al interés en las conductas humanas y eso es todo.

 Te amo Elle. 

  De Wikipedia:Un Table Dance es un club nocturno o bar que ofrece stripteases y posiblemente otros servicios relacionados tales como los Lap-dance o privados.  lap-dance.jpgSon más similares a los Strip clubs estadounidense que a los Table-dance estadounidenses propiamente dichos, ya que al igual que los strip clubs en estos locales se realizan stripteases y lap-dance, y difiere de manera importante de los Table-dance estadounidenses en que en estos locales no se realizan bailes exóticos en la barra del bar del establecimiento como ocurre en los estadounidenses, como sucede en la pelicula « Coyote Ugly ».

Los establecimientos nivel alto tienden a llamarse a sí mismo club para caballeros (gentlemen’s club) mientras que establecimientos de bajo nivel pueden ser referidos simplemente como Tables o hispanizado en México como Teibol (titty bar o girly bar). Los Go-go bar están más enfocados en el baile en el escenario y en la música, en México son conocidos como Antros. En estos establecimientos las bailarinas son restringidas a bailar en una plataforma en bikini o ropa interior.
 
Los hombres son los consumidores primarios de este tipo de entretenimiento, casi todos clubes tienen un costo de admisión o cover, pero puede haber algunos que centran sus ganancias en la venta de bebidas las cuales venden a precios sumamante elevados o a los privados o Lap dance, dejando la entrada como gratuita o no cover.      

¿Por qué millones de varones eligen comprar (¿alquilar?) los cuerpos de mujeres, llamar sexo a esa operación y, aparentemente, disfrutar con ello? Más aún: ¿por qué se ha extendido tanto el consumo sexual pago en épocas como la que nos ha tocado vivir, cuando la liberación femenina alienta una sexualidad a la carta “gratuita”?

lust.jpg   Para comenzar, arriesgo un camino: el aumento del mercado de la prostitución, el tráfico internacional y la trata no están desvinculados de la globalización, por un lado y, por el otro, del movimiento mundial de mujeres y del feminismo contemporáneo, que interpelan al poder y ponen en cuestión, como nunca antes había sucedido, el dominio de los varones en la esfera pública. El tímido pero alentador debilitamiento del patriarcado, si no mantiene una relación causal, al menos coincide con el auge de la trata. Quiero decir: el reforzamiento de los valores más tradicionales en ese “coto masculino”, verdadera religión que tiene a los clientes por feligreses y al burdel como parroquia –y que se caracteriza por su estilo violento y denigratorio de lo femenino– parece no ser ajeno a las contingencias por las que atraviesa el patriarcado.

Un cualquiera

    Los clientes son tipos como cualquier otro: abogados, policías, arquitectos, psicoanalistas, gente de trabajo, políticos y desocupados. Señores de cuatro por cuatro y muchachos de bicicleta. Son púberes de trece años, adolescentes, jóvenes, viejos y ancianos. Casados y solteros. Son diputados y electricistas; curas y sindicalistas. Son capacitados y discapacitados. Son tipos sanos y enfermos. En definitiva, todo varón homo o heterosexual, en cuanto ha dejado de ser niño, es un potencial cliente. Así, no sería exagerado afirmar que la sola condición de varón ya nos instala en una población en la que hay grandes posibilidades de convertirse en consumidor. Recientemente, Nicole Ameline, ministra de la Paridad y la Igualdad Profesional (equivalente a la Secretaría de la Mujer) de Francia, recibió una investigación realizada en ese país y auspiciada por el Mouvement du Nid. El elocuentísimo título de la investigación, firmada por Saïd Bouamama, es “El hombre en cuestión: el proceso de devenir cliente de la prostitución”. La investigación consistió en una encuesta, entrevistas semidirigidas y grupos de reflexión con varones que voluntariamente aceptaron participar del proyecto. Fueron convocados a través de avisos que aparecieron en los diarios (incluso en periódicos de distribución gratuita) bajo la siguiente consigna: “El clientelismo es una construcción social y no producto de una tara individual pasible de ser curada o reprimida. ¿Está usted dispuesto a participar en una investigación sobre prostitución?”. Una de los resultados más notables del análisis de las entrevistas es que la mayoría de los varones que consumen prostitución no pertenecen a edades avanzadas, ni son jóvenes acuciados por la erupción hormonal típica del ciclo vital, sino que tienen entre 35 y 50 años y son casados o viven en pareja. De entre ellos, el 55 por ciento tenía uno o más hijos.A partir de la encuesta y sin ánimo de tipificarlos, es posible agrupar las lógicas argumentales a las que recurren los entrevistados para fundamentar su afición a la prostitución. Una de ellas es la abstinencia sexual y la soledad afectiva. La mayoría de los clientes habituales y ocasionales explican su debilidad por las prostitutas en función de su timidez, del temor a las mujeres o por otras inhibiciones.           

Ubican el by pass a la prostitución cuando el contacto con las mujeres verdaderamente deseadas se les ve dificultado. Del desempeño en las entrevistas surge que la falta de confianza en sí mismos, la baja autoestima, heridas narcisísticas provenientes de desengaños amorosos, yacen debajo de la explicación que los empuja a los contactos fáciles que la prostitución ofrece. Así, la abstinencia sexual y la soledad afectiva se constituyen en la primera causa aducida para devenir cliente –el 75 por ciento de los casos–: esto es, resulta ser la principal estrategia de justificación, desde que instala a los clientes en el lugar de víctimas. Como víctimas de sus propias insuficiencias, aspiran a la comprensión y pretenden otorgarle un sentido aceptable al consumo sexual pagado. La segunda causa a que apelan los entrevistados es la desconfianza, el temor y el odio que les inspiran las mujeres. En este grupo se encuentran los varones que fundan su misoginia en experiencias conyugales desastrosas, divorcios controvertidos que vinieron a confirmar lo que siempre sospecharon: que las mujeres son –todas ellas– interesadas, despiadadas, egoístas, complicadas e intrigantes. Es interesante observar que en este nivel se agrupan los varones que culpan a la sociedad por el protagonismo y el poder que las mujeres están logrando. Son varones que responsabilizan al feminismo contemporáneo por la pérdida de los valores tradicionales, al tiempo que añoran las épocas en que los hombres dominaban y ellas se sometían delicada y dulcemente a sus deseos. La tercera categoría incluye a los consumidores de mercancías, esos varones que son empujados a la prostitución, según dicen, porque sus mujeres los someten a una vida sexual insatisfactoria. Para ellos, un abismo separa a la compañera afectuosa y cariñosa, que han elegido como novia o madre de sus hijos, del personal mercenario que contratan para satisfacer sus necesidades. Al leer sus respuestas parecería ser que responden precisamente a lo que Freud afirma en “Sobre una degradación general de la vida erótica” (1912): la sensualidad de un varón ligada en el inconsciente a objetos incestuosos o, mejor dicho, inscripta en términos de fantasías incestuosas inconscientes, tiende a expresarse como impotencia sexual y/o como afición a las prostitutas, práctica que garantiza un vínculo sensual donde nada de lo cariñoso esté presente. Estos varones sólo pueden ligarse sexualmente con mujeres que ni por lejos evoquen los objetos incestuosos prohibidos, ya que su vida erótica permanece disociada en dos direcciones: una encarnada en el amor “puro”, la ternura, el cariño desinteresado que está más allá del sexo y del dinero; la otra, encarnada en la atracción terrenal, el deseo animal, la pasión desafectivizada. Si aman a una mujer, no la desean. Y, si la desean, no pueden amarla. En las prostitutas encuentran mujeres que no necesitan amar para poder desear. A diferencia de los varones del grupo anterior –los que culpan a la sociedad y responsabilizan al feminismo por empujarlos al consumo de prostitución, éstos son varones esencialistas. Están convencidos de que las urgencias del deseo, que los llevan a tratarlas como objetos descartables, están dictadas por su naturaleza masculina. Una cuarta categoría incluye a los que explican el consumo de prostitución por cumplir el imperativo de una sexualidad que eluda cualquier tipo de responsabilidad que pueda devenir de un vínculo estable con el “sexo opuesto”. Pagan para ahorrarse los problemas que toda relación afectiva supone y pagan para confirmar que sus partenaires no desean otra cosa más que su dinero. El 43 por ciento de los encuestados adhirió a esta postura por considerarla una excelente elección para varones casados, que, aun teniendo conflictos conyugales, no estaban dispuestos a correr el riesgo de una ruptura matrimonial. Finalmente, Bouamama identifica una categoría más, la que incluye a los adictos al sexo: esos varones impulsivos y compulsivos que no pueden renunciar a este tipo de encuentros fáciles e inmediatos; relaciones que no reclaman el pasaje por rituales de seducción y conquista y para quienes el sexo está ubicado en el lugar que la droga tiene para los toxicómanos.Pero tal vez el dato más significativo que aporta la investigación es el siguiente: el 75 por ciento de los clientes se declaran insatisfechos en las relaciones con las prostitutas. Un 59 por ciento se lamenta por padecer algún tipo de disfunción sexual que incluye la eyaculación precoz, la impotencia o la dificultad para eyacular. La mayoría se queja de experiencias que los dejan defraudados, disconformes y decepcionados; otros prefieren aceptar que se sienten ridículos y patéticos por tener que recurrir a la prostitución. Así, los varones que tienen relaciones sexuales con mujeres degradadas (cito a Freud) “evidencian claros signos de no hallarse en dominio pleno de su energía instintiva psíquica que se muestra caprichosa, fácil de perturbar, incompleta y, muchas veces, poco placentera”. Y esta considerable limitación en la elección de objeto se debe a la distancia que mantiene con la siempre anhelada corriente cariñosa que, pese a todo, el cliente espera. “No me abraza ni me besa de verdad, y me despacha no bien termina el tiempo del acuerdo”, se resiente uno de los entrevistados.

Prostituyente   Porque el caso es que, si en algún momento Freud afirmó que “la degradación psíquica del objeto sexual (la puta) cumple la función de abrirle el paso a una sexualidad que puede exteriorizarse libremente y le permite al varón desplegar un intenso placer”, enseguida consignó que “aquellas personas en quienes las corrientes cariñosa y erótica no han confluido debidamente viven, por lo general, una vida sexual poco refinada. Perduran en ellas fines sexuales perversos, cuyo incumplimiento es percibido como una sensible disminución de placer”. Contradicción freudiana que los varones encuestados por Bouamama vienen a confirmar.Contradicción e insatisfacción de los clientes que, aun así, no alcanza para perturbar el auge indetenible de la demanda de prostitución. Porque de lo que aquí se trata no es otra cosa que la subordinación de los varones a un imperativo que tiene como fin último atenuar el temor al cuerpo de la mujer; la compulsión a controlar y expropiar a las mujeres de su deseo. De lo que aquí se trata es de que en ese encuentro pautado por horario, lugar y precio –vivido siempre como pretexto para el despliegue de una escena totalmente ritualizada, simulacro de un encuentro sexual, parodia de una relación pasional–, todo está puesto al servicio de la dominación, la denigración femenina y, dicho sea de paso, de la humillación masculina en aras del refuerzo de la virilidad convencional.       Así, la “prostitución” deviene el analizador primordial de la cultura actual. Analizador, en el sentido que este término tiene para el análisis institucional: analizadores son esos indicios que explicitan la existencia de conflictos, deseos y fantasmas en la vida social. La “prostitución” es el analizador primordial de la cultura actual, no sólo por la incomodidad ética que genera, sino también porque es en la explotación sexual comercial donde el patriarcado lleva al límite los valores impuestos por la sociedad de consumo y se hace evidente la condición de mercancía de los cuerpos. Cuerpos cuyo aprovechamiento y goce tiene un costo y un rendimiento que se juega en el intento fallido por reforzar la presencia del equivalente universal dinero y por restituir (si es que alguna vez lo han perdido) el poder de los varones. Antes afirmé que los clientes, los más guardados de esta historia, eran los principales prostituyentes. Son, también, los que deciden la incorporación creciente de productos exóticos (asiáticas, latinas o negras destinadas a los blanquitos del Norte) y de la cada vez más reducida edad de la “mercadería” que consumen. Entonces, al poner el foco en las mafias, al penalizar a los proxenetas y a las prostitutas, se elude a los clientes y, de esta manera, la sociedad en su conjunto se encarga de aliviar la responsabilidad que cae sobre aquellos que inician, sostienen y refuerzan esta práctica. Por eso, sostengo que cualquier intervención en este problema debería tener en cuenta las representaciones que en el imaginario social legitiman la prostitución. La legislación del Estado o los tratados internacionales, necesarios como son, nunca serán suficientes para remover las prácticas convalidadas por las costumbres: ancestrales derechos de los hombres sobre el cuerpo de las mujeres, derechos de los poderosos sobre el cuerpo de los débiles.* Psicoanalista.     

La psicología de los hombres que pagan por SEXO

 

    Los hombres, pueden tener la creencia de que decir que “no” a una proposición sexual efectuada por una mujer es poco viril o atenta hacia su propia identidad de género. Incluso pueden existir lealtades familiares de infidelidad (un hombre puede ser “mujeriego” como imitación del rol social mostrado por su propio padre), etc. Aunque considero que esto es cada vez menos habitual, al menos entre las personas que llegan a consulta y que incluso aunque estas ideas estén presentes en alguna medida, hay un reconocimiento de que la infidelidad no es deseable para su relación de pareja y una actitud de cambio sin la cual, no se podría trabajar.

 

    En el caso de las mujeres, es habitual que cuando se produce la infidelidad, intenten buscar una explicación interna (culpabilizadora) más que una explicación relacional de la pareja, mientras que cuando es el hombre el infiel, hay mayor tendencia a responsabilizar a la pareja de lo ocurrido.

 

    Las infidelidades se producen también de manera diferente, en el caso de las mujeres, suele existir una relación laboral o de amistad y no tratarse sólo de una relación sexual ocasional, de este modo, la mujer infiel, es más proclive a plantearse abandonar su relación marital y formar una nueva pareja.

 

    En el caso de los hombres, aunque también se da la infidelidad como posibilidad de cambio de pareja, puede darse con mujeres a las que apenas conocen o que nunca sustituirían a su esposa, en estos casos, no hay un planteamiento de separación y pueden plantearse simultanear ambas relaciones.

 

    ¿El aburrimiento lleva a la infidelidad? He leído un estudio norteamericano que en realidad es el período de la “luna de miel”, esos dos años tras el matrimonio, en el que sucede el mayor número infidelidades. Tal vez porque las mujeres se preguntan si han tomado la buena decisión al casarse con esa persona –y llevan la duda a la acción-. El mismo estudio señala que los hombres no suelen engañar por motivos relacionados con su matrimonio, sino por motivos culturales y educaciones, químicos, de oportunidad y de falta de control. ¿Estás de acuerdo con esto? Es decir, ¿hay motivos diferentes por los que las mujeres y los hombres engañan?

 

    Los tipos de infidelidad y los motivos que llevan a ella, son muy variados. Existen infidelidades instrumentales, en las que la introducción de un tercero, pretende sobretodo generar una crisis que cambie lo que está establecido hasta ese momento. Son parejas que han llegado a una situación de impasse relacional en la que hay un conflicto irresoluble bien porque abordar dicho conflicto significaría la ruptura o bien, porque no se puede abordar de una manera abierta y clara. En dichas situaciones, una infidelidad puede ser la manera de que la pareja pueda separarse o pueda afrontar sus conflictos, la infidelidad se producirá con “cualquier” tercero, aunque éste no sea muy deseable o el infiel sepa que no constituirá una pareja con él/ella. Además, la traición es descubierta en un tiempo más o menos breve o incluso es comunicada por el infiel, ya que la motivación tiene más que ver con  su relación de pareja que con el “tercero”.

 

    En otros casos, la infidelidad es consecuencia de un distanciamiento en la relación de pareja que lleva a uno de los dos a buscar una alternativa relacional o al menos, deja abierta esa posibilidad. En estas situaciones, es fácil que se produzca una separación tras el descubrimiento del engaño, bien por parte del engañado, bien por parte del infiel. También puede ocurrir que la infidelidad lleve a la pareja a una situación de crisis tras la que poder acercarse y volver a construir la relación.

 

    Existen infidelidades que responden a una especie de revancha, son aquellas que se producen en parejas en las que uno de los dos tiene una posición ventajosa sobre el otro en algún terreno, la infidelidad puede resultar un equilibrio para ambos de varias maneras: el infiel puede sentir que aunque pierda en otros terrenos, éste le compensa y el engañado, puede sentirse enganchado/a en la relación ya que es consciente de que puede perder a la pareja en cualquier momento. Tengo que decir que existen maneras menos dolorosas de equilibrar una relación.

 

    También la revancha se da en parejas en las que se produjo una infidelidad y el otro miembro de la pareja busca equilibrar la relación con otra infidelidad, a veces, empujado por el primero.

Por último, existen personas que consideran que la infidelidad es aceptable o inevitable y que son infieles a sus parejas sistemáticamente porque no se plantean si quiera, no serlo. Pueden haber sido educados o haberse desarrollado en este sentido y pensar que es “lo normal”.

 

    De todas maneras, cada relación tiene detrás una historia diferente y una manera de funcionar idiosincrásica que en ocasiones lleva a uno de los dos o a los dos a introducir al tercero como forma de mensaje relacional. Volviendo a tu pregunta, muchas veces lo que ha generado una crisis o un distanciamiento en la pareja es precisamente las dificultades que se presentan a la hora de establecer las normas y modelos que guiarán su convivencia; es la construcción de la pareja, que se realiza precisamente en esos primeros años de relación.

 

¿Pueden presentar síntomas post-traumáticos los cónyuges engañados después de descubrirlo?, si es así, ¿cuáles? 

Homeostasis

     Como con cualquier acontecimiento traumático, un cónyuge engañado puede presentar algunos síntomas post-traumáticos, aunque no se consideraría trastorno por estrés postraumático ya que aunque el acontecimiento se viva con temor extremo, no supondría una amenaza para la integridad física. Sería más probable si se descubriera “in fraganti” al cónyuge que si es descubierto por indicios, pruebas o confesión.
Los síntomas serían:

 

  • Recuerdos de los acontecimientos recurrentes e intrusos que provocan malestar.
  • Sueños recurrentes sobre el acontecimiento.
  • Sensación de estar reviviendo la experiencia.
  • Malestar psicológico intenso al exponerse ante estímulos que simbolizan o recuerdan el acontecimiento.
  • Respuestas fisiológicas (taquicardia, sudoración, etc.) al exponerse a estímulos externos o internos que simbolizan o recuerdan el acontecimiento.

     También puede darse una evitación de estímulos asociados al trauma y embotamiento de la reactividad general (pensamientos, recuerdos,…) del individuo, o bien, síntomas de que la activación aumentó como dificultades para mantener o conciliar el sueño, irritabilidad, ataques de ira, dificultad para concentrarse, hipervigilancia…

¿Es posible que una pareja no se rompa tras una infidelidad descubierta?, ¿Cómo se reconstruye la confianza?

     Muchas parejas deciden seguir juntos tras una infidelidad. Es importante en estos casos un arrepentimiento declarado por parte del infiel que haga sentir a la otra cierta confianza en que las cosas van a cambiar. En todo caso, recuperar la confianza en el otro es complicado y lento, es como un vaso de cristal que se rompe en mil pedazos, quizá podamos pegarlo, pero es difícil o imposible que llegue a ser tan fuerte como era antes. El traicionado, dudará y comprobará durante un tiempo que no sigue habiendo mentiras. Por otro lado, si la pareja supera la infidelidad y puede ver los puntos en los que está atascada, puede llegar a ser una oportunidad de cambio que haga evolucionar a la pareja a un estado de mayor satisfacción.

¿Hablar sobre los detalles frente a terceros no causa más dolor?

     No necesariamente. Muchas veces, el cónyuge engañado necesita que la infidelidad sea reconocida por el otro para poder empezar a superarlo, a veces incluso ante terceros conocidos, aunque no es tan importante hablar sobre los detalles de esa relación extraconyugal.

     También es importante que el traicionado escuche a su pareja pedirle perdón por el daño ocasionado y que el ofendido otorgue dicho perdón en algún momento del proceso.

     Dicen que cuando la pareja tiene un romance extra matrimonial, la otra parte suele saberlo en algún nivel, ¿es eso cierto? (he entrevistado a un par de mujeres que no sabían nada de nada y ni lo sospechaban).

Dependerá también del tipo de infidelidad y de lo que llevara al infiel a buscar la relación extramarital, siempre que la infidelidad esté jugándose dentro de la relación de pareja, será conocida en algún nivel, aunque esto no significa que sea “reconocida”, ya que si el traicionado reconociera la traición, podría verse obligado a actuar en consecuencia y por ejemplo, puede no estar preparado para afrontar una posible separación. Ahora bien, si la infidelidad no está relacionada directamente con la pareja, el infiel puede haber sido suficientemente discreto como para que su pareja desconozca totalmente lo que ocurre y que transcurra mucho tiempo antes de ser descubierto.

Publicado en « Cosmopolitan » en el Número de Noviembre de 2006. (Pág. 116)
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 Mmm… Gracias por la info Jean, pero es una verdadera pena… pensé que bastaba con amarse, que el amor era capaz de todo…

-ELLE-

Lo siento princesa, esto que lees es la verdad. Créeme que yo te ayudaré a que lo superes y pronto lo olvides…

Te amo, JEAN